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Esta sección contiene la historia de Pedro Alberto Spencer contada por él a través de distintas notas de prensa escrita y televisión con la finalidad de preservar el valor histórico y la veracidad de la información.

 

"Alberto Spencer representa la dignidad en el deporte, que no es una mera destreza del cuerpo sino una expansión y una elaboración viva del espíritu y de la creatividad que hay en lo hondo de cada ser humano."

 

Dos veces ex Presidente del Uruguay y Presidente vitalicio de Peñarol, Dr. Julio Marìa Sanguinetti.

 

Mis primeros pasos

 

“Yo nací en la Provincia Santa Elena, sobre el Océano Pacífico. El pueblo de Ancón es un campamento minero, allí llegaron en 1911 los ingleses de la compañía Anglo Ecuadorian Oilfields Limited, perforando el primer pozo.

Junto con muchos ingleses llegó mi padre… ¡Ah!, ¿ustedes no sabían? Sí, mi padre era inglés, y al poco tiempo de estar establecido conoció a mi madre…ecuatoriana, de allí, de Ancón, muy joven cuando se casó… (Spencer hace un gesto con los hombros como quién cuenta un hecho natural) Pues se casaron y tuvieron hijos… ¡No!... ¡Yo solo no! ¿Sabe cuántos hermanos somos? Trece…Yo soy el penúltimo.

Los primeros momentos de mi niñez fueron bastantes duros. Mi padre, falleció cuando yo tenía entre 8 y 9 años de edad entonces quedé a cargo de mis hermanos mayores y de mi madre; entonces se hizo muy complicado, mi educación, mi crecimiento, etc., por ese tema.

En contraparte con mis hermanos, es lindo, es precioso, es enorme ese cariño, ese afecto, ese respeto con el que nos criamos y seguimos manteniendo es inmenso.

Jorge Borel y Enrique Pita están entre los más allegados y los más cerca; realmente es inmensa la amistad que desde ese entonces hasta la fecha conservamos...es lindo, es precioso.

Desde niño siempre fui amante del fútbol, en la adolescencia incursione en alguna otra disciplina, el básquetbol por mi altura, el voleibol también me gustaba mucho, pero en todo caso siempre para que mas enfile fue para el balón, para el fútbol.

Recuerdo desde chiquilín, desde muy chiquito, era complicado por lo que explicaba anteriormente, tener una pelota pero en todo caso si nos arreglábamos con diario, trapo, con las medias viejas para hacer lo más parecido a un balón y con esa nos fuimos criando pateando siempre la pelota.

Mi hermano Marcos, era futbolista profesional y vivía con nosotros, entonces siempre llevaba sus herramientas de trabajo que eran los zapatos de fútbol, las medias, la camiseta y mamá, se encargaba de ponérselas en condiciones para el próximo partido.

La verdad es que cuando Marcos se iba a trabajar, yo iba corriendo a ponerme sus medias y sus zapatos…obviamente me quedaban enormes y mi madre siempre me decía: Tu vas a ser como tu hermano Marcos porque te encanta ponerte su ropa…y yo ya me veía en las canchas, que la gente me ovacionaba y tengo bien grabado que mi sueño era poder llegar a algo parecido a él.

En Ancón éramos poquitos, comencé a jugar defendiendo a la escuela y competía en el Interescolar de la Península, jugábamos contra Salinas, Libertad, Santa Elena. Esa fue mi primer intención, un poco en broma y un poco en serio porque a pesar de la edad que teníamos, porque dada la rivalidad de los pueblos y las escuelas siempre queríamos sobresalir.

Luego de ahí ya me enrole en el Club Andes de Ancón.

Mi hermano Marcos para ese entonces ya jugaba en Guayaquil y también trabajaba en Guayaquil porque la dirigencia del Club Everest lo quería ahí, entonces cada vez que iba de visita a vernos, sus amigos le decían que yo jugaba muy bien, que era el que sobresalía en los partidos y en los torneos.

Fue así que los amigos de mi hermano le sugirieron que me lleve a Everest con él antes que me vengan a buscar de otro lado.

 

A todo esto Marcos no me veía nunca y por momentos creía pero por momentos no creía…a final más adelante se animó y me trajo al Everest”.

Hasta que llegó el día en que fue llamado para integrar una selección de Guayaquil con tan solo 14 años. En el partido que le tocó jugar marco dos goles y desde ese momento nunca más volvió a Ancón, el pueblo que lo vio nacer. 
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